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Lima a través de Pancho Fierro (II)

Importancia de la obra de Pancho Fierro como Pintor de Lima

Pancho Fierro fue un artista que se identificó plenamente con la ciudad y con su tiempo. Corresponde a la primera generación que, al llegar a la adolescencia, presencia el surgimiento del Estado peruano, es decir, vive los primeros aires de libertad y esta circunstancia es posible que haya influido en la libertad de su pintura. Consciente o inconscientemente, capta las características esenciales de la ciudad en su obra.

No creemos, por lo anterior, que tan sólo razones de supervivencia o lucro lo condujeran a la confección de carteles taurinos, sino que esta diversión tanto en el siglo pasado como, por lo menos, hasta mediados del presente constituía el espectáculo obligado de las familias, especialmente las limeñas. Era casi tan indispensable como la concurrencia a la procesión del Señor de los Milagros. Igualmente consideramos que la confección de escudos heráldicos responde, en parte, al temperamento limeño, inclinado al gusto por la ostentación de blasones, sean éstos de la ciudad o la familia.

Pero es en la acuarela donde se capta en toda su dimensión el sabor de la capital. Por la pintura de Pancho Fierro desfila toda la sociedad limeña, como el magistrado, el jefe de montoneros, el bandolero, el comerciante, los tipos peculiares, el vendedor ambulante (bizcochero, tamalero, frutero, mixturera, etc.); el aguador, las tapadas, los religiosos y religiosas, los militares, etc., es decir, ningún tipo social escapa de esta presentación sistemática que ilustra suficientemente al espectador de la realidad que vive la capital. AI lado de la figura individual están las escenas de la fiesta brava, las riñas (peleas) de gallos, procesiones, paseos, baños, bailes, donde son manifiestas las categorías sociales expresadas en atuendos y formas de danza que se representan. 

En el tratamiento que Pancho Fierro le da a estos temas no encontramos la dureza o la ironía sangrienta del marginado social, condición a la cual es probable que él no fuera ajeno. Hay sí, acaso, una pizca de malicia o cierta jocosidad, al presentar a alguno de los personajes en posturas un tanto ridículas que hacen asomar una sonrisa en el observador de la acuarela.

En la obra de Pancho Fierro es importante la radiografía de Lima en sus acuarelas, que no obstante sus limitaciones con relación al óleo, al fresco o a los grandes murales, basta, sin embargo, para tener una idea de cómo vivía la sociedad limeña en los años siguientes a la independencia. Simplemente mediante unos cuantos trazos, muchas veces de aparente ingenuidad y primitivismo, nos transporta el artista a la Lima decimonónica para valorarla con simpatía.

 

La mayor parte de las acuarelas de Pancho Fierro está dispersa. Son pocas las colecciones que existen y muchas de ellas, están en manos de particulares. La principal colección que existe en Perú es la que puede admirarse en el Museo de Arte de Lima, que procede de la cesión que hicieron los herederos de Ricardo Palma a la municipalidad de Lima.

Fuera del Perú, existen la formada por Leoncio Angrand; la de Leopoldo Shrenk, etnólogo ruso, quien llegó a reunir 78 acuarelas, que se recogieron en el Museo de Etnografía de San Petersburgo (L'Ermitage), y la que existe en la Sociedad Hispánica de Nueva York (3).

Resulta lamentable que Lima no cuente con una serie completa de la obra de un artista que fue, en materia de imágenes, la encarnación del costumbrismo y que junto con Manuel Ascencio Segura, Felipe Pardo y Aliaga, Ricardo Palma y Manuel Atanasio Fuentes en la literatura, constituyen un equipo que supo entender la ciudad y sus habitantes con sus virtudes y defectos, con críticas pero sin rencores, y que se integraron plenamente a la vida capitalina.

 

El Costumbrismo en la obra de Pancho Fierro y en la Literatura

A Pancho Fierro, con su visión de Lima y de la sociedad limeña, podemos ubicarlo en la corriente costumbrista donde se mueven tanto artistas como literatos. En este sentido podemos establecer múltiples relaciones entre el acuarelista y los escritores más connotados de esta tendencia, es decir con: Manuel Ascencio Segura, Felipe Pardo y Aliaga, Ramón Rojas y Cañas, Manuel Atanasio Fuentes y el propio Ricardo Palma (4), en algunas de sus obras, quien además, fue gran aficionado a Ias pinturas de nuestro artistas.

Entre las manifestaciones literarias del costumbrismo nos interesa fundamentalmente la que da Maida Watson Espener (5) por encontrar allí una serie de características que tienen una notable correlación con los motivos que aparecen en las acuarelas de Pancho Fierro. Algunas de estas semejanzas las hallaremos en:

La representación de lo individual con miras a la tipificación del individuo como encarnación del grupo social o profesional al cual pertenece, como sería el caso de los médicos (quienes siempre han sido objeto de burlas en la literatura satírica), los magistrados, etc.

Según Wabon, "el tipo podría ser [...] el correlato literario de la obsesión científica del siglo XIX por clasificar y catalogar todos los fenómenos naturales..." (6). De esta manera, a través de la literatura y de la acuarela se identifica por medio de una imagen cada clase o grupo social.

Un segundo elemento consiste en que tanto las acuarelas de Pancho Fierro como los cuadros de costumbres toman como tema los sucesos contemporáneos, es decir, que se refieren siempre a imágenes del presente, no hacen mayor recorrido por los tiempos anteriores; son, si se quiere, presentistas, aunque puede darse el caso de la continuidad de algunos tipos humanos en el tiempo. Además que el tema presentado responde a un interés local. El prototipo que aparece en el caso de Pancho Fierro, sobre todo, es representativo de la sociedad limeña. Aun cuando encontramos algunas imágenes de gente andina, se trata de hombres o mujeres residentes en Lima, lo que se percibe en alguna manifestación de aculturación.

Otro aspecto que se puede mencionar es que se parte de la realidad social, es decir, que se toman como motivos (claros los) vinculados con la vida diaria, allí se refleja el comportamiento de la sociedad y se pueden distinguir sus componentes. En el caso del cuadro de costumbres, a falta de argumento y de una acción que cobre intensidad; igualmente en el caso de la acuarela al predominar las figuras individualizadas, nos encontramos frente a cada tipo social en singular, a escenas muy precisas que no suponen el inicio de ningún relato.

En estos costumbristas hay plena conciencia de querer describir la realidad, en un caso con palabras y en el otro con imágenes. Sin embargo, esa realidad puede sufrir alguna deformaciones para conciliar la forma como el artista la capta o la quiere transmitir, con la manera como objetivamente se da tal realidad.

Se critica, sin embargo, que hay "...tendencia a presentar exageraciones deliberadas...", pero "... la exageración servía para revelar los rasgos esenciales de los tipos sociales en estudio..." (7).

Al igual que la caricatura actual busca a través de la acentuación de los rasgos característicos de una persona su identificación, en el cuadro de costumbres y en la acuarela se quiso descubrir lo esencial del tipo representado para su mejor caracterización, pero sin llegar a la desmesura usada por el caricaturista.

El acuarelista no presenta, como algunos otros artistas de siglos anteriores, escenas secuenciales (8), sino que agota el tema en una sola imagen, pero, a la vez, marca cada detalle del personaje o de la escena, ya se trate de la vestimenta, gestos, etc., con especial cuidado, puesto que cada trozo para el costumbrismo "... tiene significación por sí mismo" (9), de allí que le baste lo escueto de la acuarela para transmitir su idea de la realidad, tal como quiere proyectarla.

 

El costumbrismo que se plantea en estos casos está impregnado de romanticismo en algunos aspectos, tales como "el interés por lo popular y lo pintoresco, la preferencia por temas regionales..." (10). Esto nos lleva a subrayar la participación de Pancho Fierro de estas inclinaciones, por cuanto él asume consciente o inconscientemente, diversas manifestaciones del romanticismo vital en el cual se ve envuelta la sociedad limeña y peruana en los días siguientes a la independencia. El tono heroico del caudillismo hace que quienes no se sienten llamados a la aventura de la vida militar busquen otra actividad -en este caso el arte o la literatura-, a través de las cuales puedan transmitir rasgos de heroísmo, exaltar lo popular o plasmar alguna otra de estas notas fruto del romanticismo, aunque ya interpretadas a su manera.

 

Pancho Fierro, a diferencia de los costumbristas literarios, no hace distingos sociales y trabaja imágenes de todos los sectores sociales y raciales; por ejemplo, el indio bañador, a quien coloca en franco diálogo con una dama de clase superior; o las escenas de bailes, donde junta en el hospital, con cierta irreverencia y picardía, a la religiosa con el oficial, situación que debe haberse considerado escandalosa en la época. O cuando presenta las diferentes formas de bailar la zamacueca, según se practique en un salón por la "gente distinguida" o en el callejón por la "gente de medio pelo", es decir, que el acuarelista no privilegia ni excluye a nadie de su observadora mirada.

 

Lima, objeto de la iconografía de viajeros y costumbristas

"Lima, la perla del Pacífico", en la etapa a la que nos referimos, conserva mucha de su fama pasada y ningún viajero que pasa por el Perú se resiste a tratar de captar, ya sea sólo con la pluma o también mediante imágenes, que al no existir todavía la fotografía a color, tiene que contentarse - a Dios gracias en varios casos - con los bocetos al carboncillo o con pequeñas acuarelas -de acuerdo con la capacidad creativa-, que realiza con el propósito de ilustrar el relato.

El impacto de la capital sobre sus visitantes, y aun sobre sus propios vecinos, es grande, e incluso, aunque muchos insisten en ciertos aspectos negativos - que nos recuerdan problemas actuales como el comercio ambulatorio, la abundancia de basura cuya recogida estaba entonces confiada a los famosos gallinazos, los cuales atisbaban desde los techos el momento oportuno para caer sobre los desperdicios y efectuar su "tarea de baja policía” -, el balance final suele ser positivo, como cuando Lastarria (11) compara Lima y Santiago. 

Los costumbristas están presentes en este mundo limeño y se dejan ganar por él. La mayoría habla específicamente de la capital y de sus alrededores (Chorrillos, por ejemplo) y aun cuando más de uno la critica, no hay burla mal intencionada (como la de González Prada, posteriormente) o crítica mordaz, la actitud es más bien amable, y hasta cierto punto consentidora.

Pancho Fierro participa de estos sentimientos benévolos hacia Lima y los limeños, y no obstante que más de uno se pone nostálgico, añorando los beneficios del ayer, puede decirse que ninguno consiente ataques de extraños a Lima, ni tampoco concibe la posibilidad de vivir fuera de la ciudad.

En esta iconografía vemos desfilar, naturalmente, la fuente de la Plaza Mayor, una visión panorámica de la ciudad, probablemente desde la cumbre del San Cristóbal, donde se pueden apreciar las torres de las iglesias y de la catedral, que sobresalen por su altura, en una urbe donde la mayoría de los edificios no sobrepasa los dos pisos; algo de los infinitos claustros conventuales característicos de la sociedad religiosa que fue Lima; los linderos de la ciudad, que todavía no desbordaban mucho de la "Lima cuadrada".

Se hacen presentes también los tipos humanos donde ocupa un lugar principal "la tapada", con los diferentes tipos y colores de las sayas, que determinan desde la política hasta la ubicación social, tema que fue objeto especial de literatos y artistas. Tampoco pueden faltar las escenas de carnaval, que asombran y desconciertan sobre todo a los viajeros, como es el caso del alemán Gerstaecker (12); Ias corridas de toros, en donde se resaltan las categorías sociales en el tipo de vestuario, las distintas faenas de los diestros, la suerte de los caballos y, en general, todo lo que significa la Justa brava; Ias peleas de gallos, en las cuales se aprecia la valentía de estos animales frente a la ambición de los jugadores; el suertero o vendedor de loterías; el magistrado luciendo los atributos propios del cargo, etcétera... De lo más alto a lo más bajo de la sociedad es captado por el acuarelista que les confiere un cierto movimiento a las figuras y nos permite revivir la época.

De este modo, a través de Ias acuarelas podemos dar un paseo por la ciudad, completando con la imaginación lo que nos sugieren Ias imágenes.

Bibliografía

Basadre Jorge, Historia de la República del Perú, tomo I, Lima, P. L Villanueva, 1964.

Centurias, Ricardo "La ópera en Lima, PUC, 1992, tesis de Licenciatura.

Cisneros Sánchez, Manuel, Pancho Fierro y la Lima del ochocientos, Lima, Banco de Crédito, 1975.

Porras Barrenechea, Raúl, Pancho Fierro, Lima, IAC, 1959.

Sabogal, José, Pancho Fierro, Lima, s. f.

Tauro del Pino, Alberto, Enciclopedia ilustrada del Perú tomo II, Uma, Ed, Peisa, 1987.

Varios autores, Enciclopedia del arte en América, tomo III, Buenos Aires Bibliográfica Omeler, 1969.

Watson Espener, Maida, El cuadro de costumbres en el Perú decimonónico, Lima, Pucp, 1979.

Notas: 

3

Alberto Tauro del Pino, Enciclopedia ilustrada del Perú, tomo 2, Lima, Ed. Peisa, 1987, pp. 806-807.

4

Aun cuando Ricardo Palma no suele ser mencionado junto con Segura, Pardo y Aliaga, Rojas y Cañas o Fuentes, creemos que sus "tradiciones" muestra características evidentes del costumbrismo que hallamos en los autores mencionados, y que fácilmente podrían ser ilustradas con las acuarelas de Pancho Fierro.

5

Maida Isabel Watson Espener, El cuadro de costumbres de Perú decimonónico, Lima, PUC, 1979.

6

Ibid., p. 46.

7

Ibid., p. 48.

8

Sobre todo en los siglos XVI y XVII fue frecuente que en los monasterios se pintase toda una colección de cuadros sobre la vida de los fundadores de las órdenes, donde se plasmaba la historia del santo desde su nacimiento hasta su muerte.

9

Watson Espener, op. cit., pp. 23-24.

10

Ibíd., p. 23.

11

Lastarria, op. cit

12

Friederich Gerstaegker "Tres días de carnaval en Lima en Núñez Estugo, 4 viajeros alemanes al Perú Lima, Unmsn, 1969.

 

 

 

 
     


(*) Historiadora. Este artículo apareció originalmente en Consensus, Lima, año 3, n°3, 1998, revista de la Unife.