< Detras de la cortina

¿Qué es realmente el Budismo?

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Mucho más que una técnica de relajación o un llamado a la meditación. Es sobre todo una religión, una psicología, filosofía y antropología. Se fundamenta en las enseñanzas del Buddha (‘el despierto’), ya no sólo en cuanto personaje histórico, sino también en los mitos que se han vinculado a su supuesta experiencia de pleno y conocedor de la verdadera naturaleza (que no de Dios).
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Es pues, una religión, aunque la fe en Dios les sea ajena a sus feligreses, dado que cuenta con una doctrina, un rito y una ética. En ella no hay mandamientos, ni conversiones, ni se intensifica el sentimiento de colectividad. Es más, ni siquiera existe un solo tipo de budismo. Se dice que en esto último radica el valor del mismo, en tanto hay budismo para inteligentes, brutos, flojos, diligentes, gentiles y fieles. Asimismo, se reserva el fenómeno espiritual para el ámbito privado y tanto los cinco Preceptos como el Noble óctuple sendero, están orientados a favorecer el cumplimiento de las tres enseñanzas del ‘despierto’ que son: abstenerse de hacer daño (a los demás y a uno mismo), hacer el mayor bien posible y dominar la mente.
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También -y principalmente- es una psicología por su teoría de la mente y de la conducta humana. Propone que la atención plena disipa cualquier pensamiento o sentimiento desagradable, por más arraigado que este se encuentre. Al mismo tiempo, pugna por la libertad espiritual que debe conseguirse a través de la meditación (que es todo lo contrario que análisis o pensamiento), en palabras de Sánchez Dragó: “Meditar consiste en tener el pensamiento en una danza incesante, como un mono que va de rama en rama, para permitir que el yo profundo, los misterios del universo, las respuestas a quiénes somos, a dónde vamos y de dónde venimos, se manifiesten”. Sostiene que es la ignorancia de nosotros mismos el principal escollo a superar, para conseguir la verdadera felicidad. Por otro lado, que al ser imposible tanto alcanzar un placer duradero como sortear lo doloroso constantemente (cosa poco asimilada en occidente). La única forma de suprimir el sufrimiento es suprimiendo antes el deseo.
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La filosofía budista, por su parte, resulta bastante interesante. Para algunos se torna aterradora y para otros, esperanzadora. A los primeros les espanta el conformismo y derrotismo que encuentran en la visión que correlaciona la búsqueda insaciable de satisfacción y la ambición de conseguir dinero, fama, estudios o lo que sea; con sensaciones de carencia que implican vaciedad, angustia y persecución de espejismos. A los segundos, les seduce la idea de que no importan los fracasos, la falta de oportunidades, las pérdidas e incluso el estado de ánimo de cara al gran objetivo: la plenitud. Pues todos están capacitados independientemente de su historia y suerte para alcanzarla.
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Finalmente, es antropología porque estudia al hombre de manera holística. De este modo, plantea que es importante religar lo que de él se ha fragmentado. Esto es, las distintas caras que muestra el yo y la sociedad en diversos ámbitos de la vida cotidiana. Otro concepto importante es el Karma,  que no quiere decir otra cosa que “consecuencia” (de una acción). Dicho en plata, el Karma hace referencia a que las acciones humanas generan repercusiones (positivas o negativas) en los acontecimientos futuros, que no siguen un orden matemático, sino más bien de familiaridad. Por lo tanto, al obrar de manera clandestina, torcida e ilegal, será más fácil reconectar con este tipo de conductas y situaciones, mientras que al hacerlo de buena fe, ocurrirá lo propio.
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Los críticos del budismo -que no faltan-, no dudan en afirmar que tal religión no es mucho más que una especie de nihilismo, que niega valor al mundo, a los placeres sensoriales, a la existencia física (que es la única de la que tenemos pruebas) y al duelo. Toda vez que se manifiesta en ella un enorme desprecio por el gregarismo, la ética, la política; favoreciendo una especie de sociedad inmóvil, cuando no feudal.
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No obstante, por más que el budismo contiene varios dogmas y que sus detractores podrían tener razón en cierta medida, Buddha nos invita a dudar de todo. Es decir, a poner a prueba las tesis budistas y si no funcionan, a rechazarlas. Y es así que proclamó (o al menos se le atribuye) la siguiente prédica:
 
«No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen. No creáis en nada sólo porque así lo hayan creído los sabios en otras épocas. No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os inspira. No creáis en lo que dicen las Sagradas Escrituras sólo porque ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano. Creed únicamente en lo que vosotros mismos habéis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen de la razón y a la voz de la conciencia».
 
*Carlos Miranda estudia Psicología en la Universidad de Lima, y es editor del blog www.divergencia-carlitox.blogspot.com