< Detras de la cortina

China, presente y futuro (I)

En los últimos años diferentes medios de comunicación en todo el mundo coinciden en afirmar que China superará a mediados de este siglo a los Estados Unidos como la primera potencia económica mundial. Hace unos días regresé de una visita de 16 días por seis ciudades de la República Popular China y pude comprobar cómo este país avanza a pasos agigantados para alcanzar esta meta. En lo que se refiere a infraestructura ya superó al gran país del norte de nuestro continente. 

En estas líneas no mencionaré las informaciones que ustedes y yo encontramos en los medios periodísticos sobre China. Me limitaré a exponer lo que vi y oi mientras estuve ahí. Relataré la impresión que me ha causado el desarrollo de un país que apenas tres décadas atrás era casi en su totalidad rural. Les dejo como tarea (y les aseguro que será muy placentera, por cierto) recurrir a Internet para conocer, aprender y disfrutar de las bellísimas muestras culturales de un país que deja sentir en cada una de sus obras arquitectónicas sus cinco mil años de cultura fascinante.
La impresión de inmensidad, orden y limpieza se manifiesta desde el momento en que descendemos del avión. El trayecto de media hora desde el aeropuerto de Beijing hasta nuestro hotel ubicado a escasos minutos de la plaza Tiananmen nos hizo reafirmar esta primera impresión y nos hace tomar conciencia también de cómo la globalización se ha impuesto en países en los que como China, pensábamos estarían más arraigadas esas características tradicionales que nos hicieron fantasear con una tierra abundante en exotismo. Inmensos almacenes de tiendas comerciales y una gama amplia de restaurantes internacionales que llenan sus calles principales nos recuerdan cualquier otra ciudad cosmopolita occidental del primer mundo. Sin embargo, son los nombres en chino en los anuncios publicitarios y en los negocios los que nos hacen recordar que estamos en Beijing.
Beijing, con sus 16 millones de habitantes no deja sentir, increíblemente, esa sensación de aglomeración y hacinamiento que uno siente en casi cualquier parte de Lima Metropolitana. En sus calles principales las veredas son enormes y las avenidas tienen hasta siete carriles para cada dirección, más dos alternas para el tráfico ciclístico que no es tan abundante como había pensado. Esta amplitud de calles y veredas permite que los miles de autos transiten sin problemas incluso en las horas punta.
Los modernísimos ómnibus de transporte público (renovaron completamente su flota el año pasado con motivo de los Juegos Olímpicos) no abundan como en nuestra capital (la mitad de los vehículos que transitan en Lima son de trasporte público), y sin embargo no los vemos abarrotados de pasajeros. Tampoco vemos los metros tan llenos como se ven en Nueva York y especialmente en México DF. El pasaje en el metro es de apenas 2 yenes (0.30 centavos de dólar estadounidense, menos de un sol). Otro signo de lo bien que está organizado el tráfico en Beijing - y en las otras cinco ciudades que visité de China - es que pese a las innumerables construcciones de avenidas, puentes, carreteras, by passes, circunvalaciones, centros culturales, etc., el tráfico sigue fluyendo con una normalidad que cualquier limeño envidiaría.
Si alguien me dijera que he visto 1000 edificios en construcción en los 16 días que estuve en China diría que está siendo modesto al contar. No se ven construcciones aisladas, se hacen en serie. Son en su mayoría de 30 a 40 pisos y casi todos de vivienda. Pese a que los avisos de venta en los edificios están en chino podemos entender que los departamentos empiezan con áreas de 50 metros cuadrados y, por lo que nos comentaron algunas personas, son económicamente accesibles. Eso sí, pagan por un alquiler y no por una propiedad. Aunque la opción de propiedad existe, ésta resulta difícil para las personas con ingresos mínimos. La oferta del gobierno se da paralelamente con las demoliciones que vimos de los barrios tradicionales antiguos llamados hutongs, que son como las quintas limeñas pero de un solo piso. Con el crecimiento de la población estos barrios ya no son nada prácticos y solamente los hutongs en mejor estado son mantenidos para el turismo.
Otro importante acierto para disminuir la aglomeración de gente en las calles son los larguísimos pasajes subterráneos entre una estación del metro y otra. Esto se ve especialmente en Shanghái y Hong Kong. Kilómetros de recorrido en donde abundan tiendas de todo tipo, lo que motiva a muchas personas no sólo acudir a las estaciones de metro para movilizarse sino también para comprar o degustar algún bocado. No exagero al afirmar que un tercio de la población de cada una de estas ciudades se moviliza en el subsuelo al mismo tiempo que las otras dos tercera partes lo hace sobre sus calles.
Exclusivos bulevares como Wangfuying en Beijing y Nanjing Road en Shanghai están llenos de tiendas de marca. El “Made in Peru” aparece en muchas de las camisas y polos de nombres como Armani, Exchange y Calvin Klein. Otro momento de peruanidad lo tuvimos cuando una bella versión instrumental de “El Cóndor Pasa” nos acompañó mientras cruzábamos el muelle para tomar el ferry de regreso de la isla de Hong Kong a Kowloon.
Nos enterarnos que desde hace tres años el gobierno exoneró a los campesinos -900 de los 1300 millones de habitantes de este país- de todo impuesto. Los campesinos tienen plena libertad de administrar de la manera que ellos crean conveniente la tierra que se les ha dado y lo pueden traspasar incluso en herencia a sus hijos. Sin embargo, al igual que los departamentos en las ciudades, es el gobierno el dueño de estas tierras que son “prestadas” a perpetuidad. Por la enorme inversión en construcciones públicas, el impuesto que recolectan de 400 millones de habitantes es más que suficiente.
Su población económicamente activa debe incluso mejorar con los años, no solamente por el aumento natural de su población, sino por la mayoritaria presencia de gente muy joven que vimos en el país. Es muy común escuchar a los jóvenes de las ciudades decir que son hijos de campesinos. Las opciones de trabajo los han motivado a mudarse a las ciudades mientras en sus horas libres estudian un oficio o una carrera.
Estuvimos en Beijing hasta diez días antes del desfile nacional. En nuestro último día en Beijing los ensayos para el desfile empezaron. El tránsito vehicular en las calles principales fue suspendido durante las noches siguientes y miles de jóvenes, que arribaban en ómnibus y practicaban para el desfile. Durante este primer ensayo y durante los cuatro días que estuvimos en Beijing la presencia militar fue escasa. Pocos policías se encargaban de controlar el acceso en estas áreas de ensayo bloqueadas para el tráfico vehicular. La población cooperaba en todo momento para no perturbar los ensayos.
Pese a que toda esta primera información suena espléndida, recordemos que estamos hablando de un país comunista que se ha abierto inteligentemente a la economía de mercado. Sus características ideológicas dejan ver aspectos interesantes que contaré en la segunda entrega de esta crónica, que será publicada en la próxima edición de “Detrás de la Cortina”.
*Comunicador Social, Universidad de Lima.