< Detras de la cortina

Lima a través de Pancho Fierro (I)

Con ocasión de la exposición “La creación del costumbrismo. Las acuarelas de la donación Juan Carlos Verme”, en el MALI de Lima, reproducimos el artículo de la historiadora peruana Margarita Guerra, inicialmente publicada en la revista Consensus de la Universidad Femenina del Sagrado Corazón (UNIFÉ) y difundido también en el Banco de la República de Colombia.

Por su rica tradición, Lima ha sido desde siempre objeto de especial reflexión. De ahí surge la tendencia a pasear una mirada histórica por los diferentes momentos de su pasado, desde cuando era sólo una aldea de indios hasta la actualidad, cuando el cemento amenaza destruir los más connotados recuerdos de la que fuera llamada la "Perla del Pacífico". En este atropellado cúmulo de imágenes que excitan la nostalgia por el "pasado mejor" nos detendremos en la Lima que se yergue en los días siguientes a la proclamación de la independencia y la recorreremos hasta las vísperas de la guerra con Chile, por ser la ciudad en que vivió Pancho Fierro y la que recreó en sus acuarelas con imágenes que nos permiten familiarizarnos con sus más íntimos detalles. 

Características de Lima entre 1821 y 1879 

La vida en Lima entre los extremos cronológicos que marcan el desarrollo de la actividad artística de Pancho Fierro nos pone frente a situaciones bien azarosas. En primer lugar, Lima es desocupada por los realistas el 6 de julio de 1821 y ocupada por los patriotas el 12 del mismo mes. La ciudad vive hasta el 28, día de la proclamación de la independencia del Perú, la euforia de la presencia del libertador San Martín y se manifiesta fervientemente revolucionaria. Sin embargo, en los meses siguientes se va enfriando el entusiasmo y se produce la reacción de los españoles, quienes amenazan la capital, y el gobierno de Riva-Agüero se ve obligado a retirarse; mientras, el 16 de junio de 1823 hace su entrada triunfal el general Canterac con las tropas realistas, pero es un regreso temporal, pues año y medio más tarde, al consolidarse la victoria patriota en Ayacucho, éstos recuperan la capital y el virrey y sus seguidores sólo vuelven de paso para embarcarse en el Callao, rumbo a España, mientras Lima recibía apoteósicamente al Libertador Simón Bolívar. 

En septiembre de 1826 Bolívar sale del Perú y estalla la reacción antibolivariana que desemboca en la convocatoria a elecciones para congresistas y, luego de instalarse la Asamblea, se procede a constituir un gobierno peruano autónomo, con lo cual se inicia el proceso del caudillismo, que Lima vivirá con gran intensidad. 

La capital sería luego escenario de múltiples acciones militares. En junio de 1829 se daba el pronunciamiento del general Antonio Gutiérrez de la Fuente contra el presidente del Consejo de Estado y presidente provisorio Manuel Salazar y Baquíjano; en enero de 1834 el pueblo asumió la defensa de la presidencia interina del general Luis José de Orbegoso contra las ambiciones continuistas del general Agustín Gamarra; en 1835 se da en Lima el principal respaldo al general Felipe Santiago Salaverry, sublevado contra la autoridad provisoria del presidente Orbegoso; por Lima se produce el ingreso de la segunda expedición restauradora chilena contra la Confederación Perú Boliviana (agosto de 1838); desde Lima, igualmente, se realiza el primer intento civil de toma del poder, por acción del prefecto Domingo Elías, quien proclama la "Semana Magna", separándose del gobierno del "Director Supremo" Manuel Ignacio de Vivanco; en Lima se afianza la revolución liberal de 1854; allí también se dan las dramáticas acciones de la revolución de los hermanos Gutiérrez contra las elecciones de 1872 y el ingreso de Manuel Pardo y el Partido Civil al gobierno; y, finalmente, en Lima tiene lugar el asesinato de Manuel Pardo, al ingresar al Senado, el 16 de noviembre de 1878. 

Desde el punto de vista social, Lima también es escenario durante esos años de una violencia manifiesta que se expresa en acciones de bandoleros, algunos de los cuales llegan a hacerse célebres por múltiples razones, como el caso del negro León Escobar, quien, en el colmo de la audacia y frente al desgobierno existente, llega a sentarse en el sillón presidencial. Igualmente hay expresiones de violencia racial y xenofóbica entre los sectores bajos, especialmente contra los inmigrantes chinos, vascos, y en determinados momentos frente a todo lo extranjero, en especial contra lo español. 

Así mismo, Lima mantenía una intensa vida cultural, reconocida por propios y extraños, como es el caso del liberal chileno Victoriano Lastarria (1), que se puede apreciar por el volumen de periódicos y revistas que aparecen simultáneamente. Algunas de estas publicaciones no tienen nada que envidiarle a sus correspondientes europeas o norteamericanas, como el segundo Mercurio Peruano, los periódicos de Felipe Pardo y Aliaga o la Revista de Lima, que significaron, además, un gran esfuerzo generacional. 

Otros signos de esta preocupación cultural son las disposiciones acerca de la educación -que en la época se nombra como instrucción- tanto para Lima, como para las provincias. Se insiste desde entonces en la necesidad de formar buenos maestros y se toma muy en cuenta la educación de la mujer aun en provincias alejadas como las de Amazonas. 

La actividad teatral y operística es también privilegiada y durante largos períodos se advierte una gran continuidad de funciones, así como la presencia de importantes compañías, sobre todo europeas, que constantemente estrenan repertorios variados, muy similares a los que se presentan en países como Francia, Italia, Inglaterra o Alemania (2). 

En esta etapa de nuestra historia republicana, y luego de una larga penuria económica, llega el momento que Jorge Basadre llama de la "prosperidad falaz", gracias a la explotación del guano, producto que terminó por solventarlo todo, desde las deudas públicas, externa e interna, hasta los gastos cotidianos del fisco y las obras públicas; pasando por el enriquecimiento de particulares, la formación de la banca y la construcción de ferrocarriles, como también la difusión de la cultura, la contratación de obras de pintores como Pancho Fierro, etc. 

En este Perú, donde la capital era el eje de la vida política, social, económica y cultural donde se dejaban sentir primero las mayores transformaciones, transcurre la vida de Pancho Fierro, quien se mimetiza con su ciudad y la describe cariñosamente en su pintura. 

¿Quién es Pancho Fierro? 

Francisco Fierro, más conocido como Pancho Fierro, fue limeño, hijo de Nicolás Fierro y Carmen Palas, nacido hacia 1808, año crucial para el destino del imperio español. El pintor fue racialmente mulato, es decir, que como muchos hombres notables de su tiempo tuvo sangre negra, como el propio Bolívar, Ricardo Palma, el médico Valdés y muchos más. Su extracción social fue más bien humilde, de allí que sean escasos los datos acerca de sus primeros años y su juventud. Nada se sabe del barrio donde creció, del nivel de estudios que alcanzó, etc. Tauro del Pino habla solamente de su 'talento intuitivo', señal de que no frecuentó demasiado tiempo la escuela, pero no obstante, alcanzó una gran notoriedad que duró buena parte del siglo y es imposible prescindir de él cuando se habla del costumbrismo limeño, que llega hasta mediados del siglo XIX. 

La capacidad artística de nuestro acuarelista tuvo diversas manifestaciones, tales como la reproducción de escudos heráldicos, de los cuales existe toda una sede de los emblemas de las principales ciudades del Perú; los carteles de toros que anuncian las diferentes temporadas anuales, los letreros comerciales y la pintura decorativa de muros exteriores, a la manera de murales -al parecer, bastante comunes en el siglo-, lamentablemente, el efecto del tiempo y la modernización han conspirado contra su conservación. Y, principalmente sus acuarelas, técnica que manejó con admirable destreza y por la cual Lima ha quedado retratada en sus escenas más típicas. 

Algunos críticos consideran que Fierro pudo haberse formado en el taller de algún artista de su tiempo, pero no fueron muchos los que funcionaron por ese entonces y menos aun los que cobraron alguna fama. Sólo hacia mediados de siglo funcionó la Academia de Dibujo y Pintura que dirigió Luis Montero. 

En la presentación de sus personajes y escenas se advierte por lo general, el predominio de los primeros planos, sin figuras secundadas que puedan distraer la atención. El número de acuarelas dejado por Pancho Fierro es bastante alto, se habla de 1,200 piezas, las cuales no se han conservado en una sola colección, sino que se han dispersado por diversos países. 

En su época, fueron muchos los que utilizaron la técnica de la acuarela, aplicada a las escenas de costumbres, circunstancia que hace que no siempre sea fácil identificar a los autores, en especial cuando no hay firma, como es el caso de Pancho Fierro. Además, su estilo fue imitado por más de uno. También los extranjeros utilizaban esta técnica, especialmente algunos viajeros que pasaron por el Perú entre 1840 y 1870, que quisieron captar las escenas de costumbres mediante la acuarela y bocetos al carboncillo. Entre estos viajeros se contaron personajes como Leoncio Angrand -viajero y pintor francés-, Mauricio Rugendas, Max Radiguet, Bonaffé, etc., quienes dejaron un testimonio pictórico, virtualmente etnográfico, acerca de los nuevos Estados americanos que, por esos días y gracias a la navegación a vapor, fueron objeto de un (creciente) interés. 

Bibliografía 

Basadre Jorge, Historia de la República del Perú, tomo I, Lima, P. L Villanueva, 1964. 

Centurias, Ricardo "La ópera en Lima, PUC, 1992, tesis de Licenciatura. 

Cisneros Sánchez, Manuel, Pancho Fierro y la Lima del ochocientos, Lima, Banco de Crédito, 1975. 

Porras Barrenechea, Raúl, Pancho Fierro, Lima, IAC, 1959. 

Sabogal, José, Pancho Fierro, Lima, s. f. 

Tauro del Pino, Alberto, Enciclopedia ilustrada del Perú tomo II, Uma, Ed, Peisa, 1987. 

Varios autores, Enciclopedia del arte en América, tomo III, Buenos Aires Bibliográfica Omeler, 1969. 

Watson Espener, Maida, El cuadro de costumbres en el Perú decimonónico, Lima, Pucp, 1979. 

Notas:


1

José Victoriano Lastarria, "Lima en 1850", en Alberto Tauro del Pino, Viajeros en el Perú republicano, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1967.

2

Ricardo Cantuarias, "La ópera en Lima", tesis de licenciatura, Lima, PUC, 1992.

 
     

 

 

(*) Historiadora. Este artículo apareció originalmente en Consensus, Lima, año 3, n°3, 1998, revista de la Unife.