< Detras de la cortina

Manuel Sanguineti,de Traffic Sound a 99 FM: palabra de rockero

A fines de los 70, una radio desplazó a Súper FM, estación que propalaba música new-wave. 

Esa radio era 99, la radio rock en Lima, que se convirtió en una estación en la cual se escuchaban a músicos con melenas frondosas, pero también, como diría Charly García, de otros con “esos raros peinados nuevos”. Gracias a ella, escuchamos buena parte del rock que aún disfrutamos - aunque claro, ya no tenemos gustos militantes - y por cuyos micrófonos pasó, también, Gonzalo Torres, clown, publicista, columnista del Diario "El Comercio", y conductor de televisión.

“Detrás de la cortina” reproduce la nota al propietario de 99 y líder de Traffic Sound, que ofreció a la revista institucional del “Club Regatas”, y a quien le agradecemos, eternamente, por hacernos la vida más llevadera. 

El mejor momento para escuchar música es a bordo de un auto. Si las ventanas están cerradas, suena bien, mientras uno, sentado sobre un mismo lugar, recorre calles o avenidas. Y si el tráfico impide el movimiento del vehículo, se pueden escuchar las canciones sin distracción alguna.

Cuando Manuel Sanguineti maneja desde su casa en Órganos hacia las playas de Lobitos decide qué temas saldrán en la próxima programación de Doble Nueve, la radio que fundó y que maneja desde hace treinta y seis años. Esa rutina la repite todos los días desde el 2008, cuando decidió dejar Lima para vivir en el norte y retomar el surf a sus cuarenta años -lo había dejado a los veinte-.

Para Sanguineti existen dos sensaciones muy distintas al escuchar una canción. La emoción de descubrir lo nuevo, que impulsa a escucharla otra vez; y la sensación de nostalgia, que es efímera, y te regresa a lo que escuchabas entre los doce y los veinticuatro años. «Ahí estuvo la gran decisión de Doble Nueve. Desde que empezó la radio tocábamos lo que había desde 1964 -con la explosión de los Beatles- hacia adelante. Eran quince años, casi nada.

Ahora tenemos cincuenta años y había llegado el momento de decidir: o nos quedábamos con lo viejo o íbamos con la música y cambiábamos de generación».

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Sanguineti canta. Lo hace desde los tiempos en los que compartía escenario junto a Jean Pierre Magnet, Guillermo Barclay, Freddy Rizo-Patrón, Guillermo Thorne y Luis Nevares, sus amigos de Traffic Sound, la banda psicodélico-progresiva que apareció en 1967.

Entonces fue una vuelta de tuerca para una ciudad encandilada con el pop y la Cumbia. En Lima, no ganaban casi nada por sus presentaciones en fiestas y conciertos. Sin embargo, fueron los primeros en salir de gira al extranjero -llegaron a Brasil, Argentina y Chile-. En el portal Alt.Latino recuerdan sus inicios: «El repertorio consistía en covers en inglés de The Doors, Cream y Jimi Hendrix. Aun así, las canciones eran lo suficientemente buenas como para ser publicadas por la discográfica más importante de Perú, MAG, primero como singles, y luego en un compilado LP llamado A Bailar A Go-Go (1968)». Más adelante, seguirían con composiciones propias en inglés, como «Let me down meshkalina», y sus portadas de discos girarían hacia una estética de psicodelia pura y dura.

Eric Zolov escribió en un portal especializado acerca de Virgin (1969), el segundo álbum de la banda y el primero de rock peruano con canciones originales. «Aparte de un sutil ritmo de conga, estaba fuertemente influenciado por Pink Floyd, Led Zeppelin, los Beatles, y otros grupos de rock hacen que esa zona tenga veintisiete grados todo el año. No hay humedad ni se nubla el cielo. 

En el norte pasa sus días surfeando, escuchando nuevas propuestas musicales, monitoreando la programación de la radio por Internet. Antes, cuando era funcionario de una institución bancaria durante trece años, tenía una secretaria que tipeaba sus cartas. Ahora el concepto de oficina le resulta obsoleto en estos días en que la tecnología acorta distancias.

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En 1979, cuando salió al aire Doble Nueve, Sanguineti volvió a casarse con la música. En frecuencia modulada solo existía entonces Panamericana, 11:60, Unión y Miraflores. Él tenía que salir de trabajar del banco para volar hacia su oficina en Jesús María, donde programaba cinco horas de música todos los días. Durante ese año, de abril a diciembre, Sanguineti trabajó como único DJ de la radio, acompañado solo por un transmisor del tamaño de una refrigeradora, la torre y la caseta de locución. Las emisiones de Doble Nueve siempre fueron en vivo y nunca se repitieron. «Es nuestra esencia. Nosotros seguimos trabajando en vivo hasta las diez de la noche. La computadora te puede tocar muchas canciones, inclusive las nuevas, pero solo un buen DJ sabe qué canción poner después de la que estás escuchando».

A Sanguinetti la nostalgia no lo seduce. Fue su regla desde la primera transmisión, con los temas que compuso Paul Williams para el soundtrack de El Fantasma del Paraíso, el musical de Brian De Palma. «Imagínate que puedas regresar a los ochenta. Tenía 30 años, está bien. ¿Y qué más? No había Internet, ni cable ni celular. Hermano, ¡la carreta! Para hacer la radio tuve que ir a la embajada de Estados Unidos para preguntar por los fabricantes de transmisores FM, escribirles y esperar sus respuestas un mes después. Lo mismo sucedía con las revistas y discos que les pedía a las fly hostess. Publicidades que grabábamos y que debíamos esperar a que llegara el cliente para que las escuchase. ¿Nostalgia para eso?».

Las radios no se detienen. Si en un día existe espacio para programar 480 canciones, hoy Doble Nueve se maneja con una lista semanal de 120 temas que Sanguineti les entrega a sus DJ.  «Había que decidir: o nos quedábamos con lo viejo o íbamos con la música y cambiábamos de generación»

Sanguineti canta. Lo hace desde los tiempos en los que compartía escenario junto a Jean Pierre Magnet, Guillermo Barclay, Freddy Rizo-Patrón, Guillermo Thorne y Luis Nevares, sus amigos de Traffic Sound, la banda psicodélico-progresiva que apareció en 1967. Entonces fue una vuelta de tuerca para una ciudad encandilada con el pop y progresivos de la era, y no los sonidos “folclóricos andinos” promovidos por el gobierno y los intelectuales de la época». Recordemos que un año después de la fundación de la banda, se decretaría un golpe de Estado en el Perú. En 1972, la banda se separó. Sanguineti, a sus veintiún años, ya era un músico retirado, culminando su carrera en el mejor momento para empezar otra en la universidad. Pero sus momentos de goce no siempre fueron sonoros.

Al vocalista de Traffic Sound siempre le ha gustado el mar. Adquirió la pasión por el surf en1965, deporte que ponía en práctica en el Club, corriendo las olas que lo llevaban de la Playa 2 a la 1. «El Regatas debería tener una filial entre Cabo Blanco y Órganos. En serio. Es que la corriente de Humboldt que dobla en Cabo Blanco y la del Niño, hacen que esa zona tenga veintisiete grados todo el año. No hay humedad ni se nubla el cielo. Son cerca de setenta kilómetros de un clima que no he visto en ninguna parte del mundo, donde puedes nadar con las tortugas, ver ballenas o pescar», dice Sanguineti, quien tiene dos casas de playa —una en Órganos, su centro de operaciones, y otra en Punta Hermosa, donde se instala durante el verano—.

En el norte pasa sus días surfeando, escuchando nuevas propuestas musicales, monitoreando la programación de la radio por Internet.

En los ensayos de Manuel Sanguinetti con Traffic Sound no se escucha nada. La precisión casi perfecta de la música viaja a través de los auriculares. Con una batería electrónica y todos los instrumentos conectados a los audífonos, lo único que realmente se escucha desde el cuarto es la voz de Sanguinetti. Lo hacen para no molestar a los vecinos ni a los seis gatos y tres perros de Milena, su hija. Ensayan en la casa de ella, un espacio céntrico en Miraflores, ideal para un músico que vive en Órganos. Los viejos amigos se reúnen allí para prepararse para el concierto de reencuentro de la banda en octubre próximo en el Teatro Peruano Japonés.

La última vez que se encontró con Jean Pierre Magnet en un mismo escenario fue el año pasado, cuando el saxofonista celebraba sus treinta y cinco años como músico. «Le propuse tocar un par de canciones y le robamos el show, cerrando la primera parte con “Meshkalina” y “Chicama Way”.Luego del concierto nos dijo para hacer uno nuevo el próximo año. Para vacilarnos y darnos el gusto».

Para Sanguinetti, los grupos nacionales, incluida su banda, no han incorporado muchos aspectos de la tecnología de hoy. Cuando vio por primera vez a Lorde, la cantautora neozelandesa de dieciocho años, se quedó impresionado con esa pedalera de voz que ahora suelen usar muchos cantantes.

Un dispositivo que puede hacer coros con dos o tres voces de uno mismo, afinadas al tono del instrumento en una milésima de segundo. Lo único que no puede hacer es cambiar el timbre de voz de la persona. «Por eso aún puedes reconocer a Mick Jagger, Van Morrison, Chris Martin, Bob Dylan o Robert Plant. Cantantes de ese lote ya no hay.

Ahora escuchas a miles de bandas, pero necesitas utilizar el Shazam para saber quién canta». Sanguinetti conjura el pasado en una colección de vinilos y discos, envidiable para cualquier melómano, que empezó con el LP de Luis Aguilé -un regalo de Navidad cuanto tenía nueve años-, pero que también contiene otras exquisiteces, como la entrevista que le hizo a Mick Jagger en 1981 con un walkman. Además, tiene discos que no llegaron a salir al mercado. Pero para él son eso: una colección, una serie de recuerdos. Ya no los escucha ni se reabastece con más discos. Hoy compra canciones online o las descarga de la lista que sus contactos en la BBC o las productoras independientes le envían a las radios de California, Portland u Oregón. «La mejor forma de escoger canciones es escuchándolas una y otra vez. Si aún no te aburren, entonces son las indicadas», asegura sentencioso.

«El arte que se produce ahora ha perdido profundidad. Se ha vuelto todo light. La novela, la pintura. Nada tiene peso. Eso se ha extendido a la vida humana», dijo el artista plástico Fernando De Szyszlo, en alusión al arte contemporáneo, en una entrevista a un medio local. Manuel Sanguinetti, en la música, lo ve desde la otra acera. Son las canciones actuales las que lo mantienen joven, el descubrir cómo la música cambia con el tiempo.

Hoy Sanguinetti se divierte escuchando a los Black Keys, se aburre viendo cómo Noel Gallagher se repite en diferentes versiones de «Wonderwall» y se sorprende al escuchar a bandas nuevas como Royal Blood o The Vaccines. Para él, lo nuevo siempre es mejor.