Detras de la cortina

El presidente contra el candidato

Desde su aparición y durante toda su carrera política, el entonces candidato Ollanta Humala tuvo un discurso anti mercado y no precisamente pro-inversión. Era un político radical, pero no extremista, como el mismo se calificó. Su plan de gobierno era confuso, ambiguo, y su discurso poco claro, o radical. Sus propuestas siempre dejaban un tufillo intervencionista o estatista. Lo único rescatable para muchos era cuando citaba la importancia de la estabilidad macroeconómica, la cual, por cierto, hubiese reventado de haber aplicado su primer plan de gobierno.

No era, pues, que intereses políticos y mediáticos determinaron una campaña de miedo, aunque es verdad que en política siempre hay intereses, sino que simplemente sus planes generaban preocupación, cuando no temor, y no sólo en las clases empresariales, sino en profesionales, clases medias o peruanos emergentes.
En la última campaña, y aconsejado aparentemente por Salomón Lerner, el candidato nacionalista elaboró otro plan llamado “Hoja de ruta”, nombre usado en los fallidos planes de paz del Medio Oriente, y quizá sugerido por su ahora premier de origen judío.
Con el primer plan, Humala se aseguró alrededor de 30% de votos, y con el segundo lo suficiente para ganar, probablemente por estrategia política o militar. Cuando asumió el poder, ejecutó la “Hoja de ruta”, cumpliendo hasta ahora su promesa. En las últimas semanas, el presidente ha hecho llamados a invertir en el país, se ha olvidado de “la economía nacional de mercado”, ha mantenido las líneas matrices del modelo económico, lo que le ha valido un nuevo caudal de aceptación, pero también un profundo rechazo de quienes votaron por él en primera vuelta, que reclaman la ejecución de “La gran transformación”, un plan que linda con el estrafalario “Plan Inca” del velascato.
En otras palabras: el presidente está enfrentado con el candidato, el cual hizo promesas, que aparente y felizmente, no va a cumplir. Y no es la primera vez que esto ocurre.
Durante su campaña, el ex presidente Alejandro Toledo se comprometió a no privatizar Egasa, empresa eléctrica de Arequipa, y firmó un acta. Siendo presidente, quiso concesionarla, pero la turba lo hizo desistir. Aún nos acordamos de los rostros de sus ministros asustados en el autobús saliendo de la ciudad.
Este incidente ha sido el inicio de un gravísimo problema de orden interno en el país, donde algunos gobiernos regionales -que en realidad son departamentales, repiten las taras del centralismo limeño, y además ineficientes, pese a sus ingentes recursos, principalmente mineros-, y “Frentes de Defensa” cuando no de ataque, muchas veces exacerban o inventan protestas para crear convulsión.
En el caso de Conga es verdad que Yanacocha tiene pasivos ambientales, pero es cierto también que la violencia desnaturaliza la protesta. El “Conga va” del presidente, y su lúcida postura de “agua y oro”, a diferencia de su discurso como candidato, es positiva, pero llega tarde.
En Cajamarca y otras zonas, azuzado por cacicazgos, extremistas, y alimentados por malas prácticas de comunicación de las empresas, y el abandono del estado, desgraciadamente, por ahora, -y a pesar de las medidas tomadas por el gobierno-, el candidato le va ganando la calle al presidente.