< Detras de la cortina

Pactando con Mefistófeles

El problema de los pactos con el diablo es que siempre terminan mal. Si Kuczynski ha decidido convertirse en un Fausto moderno firmando acuerdos con los izquierdistas del FA es porque está dispuesto a todo con tal de voltear el partido. Está claro que sus nuevos aliados políticos lo traicionarán, como han traicionado a todos sus predecesores. Pero eso no parece importarle mucho a Kuczynski, que a estas alturas ha recibido la adhesión de gente tan distinta como Vargas Llosa y Tibisay Lucena, operadora del chavismo. Lo único en común de todo este combo es el odio feroz a Keiko Fujimori y el afán cainita de separar a la mitad del país de la otra mitad, creando un ambiente guerracivilista en el que todos perdemos.

Si esto es ya de por sí perjudicial en una campaña electoral, imagínate, querido lector, cómo sería un gobierno apadrinado por Mefistófeles. El odio, cuando triunfa, ansía más sangre, busca más víctimas, incendia la sociedad. Los cinco años de molicie y frivolidad de los Humala serían reemplazados por cinco años de sectarismo, polarización maniquea y parálisis institucional. El Estado, criticado por su lentitud, sería incapaz de reaccionar porque la cabeza del líder a duras penas sale de Lima y porque la gran coalición del odio contra Keiko estallaría en mil pedazos ante la compleja realidad del gobierno. La inmediata repartija anularía las reformas y entonces, solo entonces, el radicalismo mostraría sus dientes preparando el terreno para el 2021.

Gobernar no es elegir. Elegir no es gobernar. En una sociedad tan cortoplacista como la peruana, el acento lo colocamos en el proceso electoral, no en los cinco años de gobierno rutinario, del que pende nuestro desarrollo. Solo una democracia fuerte, un partido con presencia nacional y una líder joven sin hipotecas frente a la izquierda son capaces de hacernos recuperar el tiempo perdido. Sin pactar con el demonio y sin entregar el Perú.

Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Ciencias Aplicadas

Correo, 2/6/16

Reproducido con la autorización del autor