< Detras de la cortina

Qosqo, Cusco, Cuzco

Estoy avergonzado. De verdad, no exagero. He tenido la oportunidad de conocer algunos países y algunos de ellos han sido tan lejanos como China. En esos países conocí algunas de sus ciudades. ¿Y del  Perú?,  he conocido algo (Arequipa, Tacna, Huaraz, Trujillo y algo más), pero ¿A mis 44 años no haya visitado Cusco, y teniendo la oportunidad? Ni menciono la ocasión que tuve de visitarla en mi época escolar. Imperdonable.

Qosqo me pareció único. Una ciudad que superó largamente las expectativas de ese Cusco del que tanto escuché comentar desde mis años de infancia. Alabar solamente su ciudad capital sería mezquino. Hay belleza en cada lugar de esta provincia. Encontré un Cuzco que opaca con su esplendor a cualquier esfuerzo televisivo nacional o extranjero que con buena fe buscó compartirnos su belleza. No exagero. ¿Estoy tratando acaso de subsanar mi penosa indiferencia con la ciudad más emblemática de este país falto de identidad? Definitivamente no. Ojalá la llave para el éxito de nuestro futuro como nación, esa nación que pareciera asomarse, pero que con nuestro pesimismo y compromiso insuficiente de poner al país por encima de nuestros intereses personales, no se anima aún a hacerse realidad, estuviera en la identificación con esta provincia símbolo del Perú que admiramos (hablo del pasado, aún no de nuestro presente). Lo que pasa es que  somos mucho más, en variedad y en complejidad. Cusco - y me refiero a ese Cusco histórico, turístico y no al otro Cusco cotidiano que apenas conocí, pero que seguro es más alentador que la caótica Lima - es el mejor dibujo de lo que debimos ser siempre.
Pero más allá de la belleza natural, de la riqueza en tradiciones y de las hazañas arquitectónicas está ese orgullo de los guías turísticos por hacernos tomar conciencia del gran cataclismo cultural que sufrió un Perú, del que queda poco, pero que se esfuerza por adaptarse a la occidentalidad con la que los limeños y muchos más peruanos nacimos, y que por ello nos resulta difícil entender a quienes aún viven en esos rincones de los Andes y de la Amazonía. Lugares estos que están mucho más lejos de nosotros que un Buenos Aires, un Nueva York o un Londres. Porque por encima de peruanos, somos occidentales. Todos queremos aprender a hablar inglés -tan necesario en un mundo globalizado-, pero no quechua, incluso si pudiéramos escoger una segunda opción.
El Valle Sagrado nos hacer sentir humanos -y pequeños frente a su divinidad- pero al mismo nos sentimos afortunados de que tanta belleza ha sido compartida con nosotros. El nunca excesivo esfuerzo que debió sentir quien talló el indescriptiblemente hermoso púlpito de la Iglesia de San Blas, herencia que los artesanos de este pintoresco barrio tratan, muy felices ellos, de emular. El olvidado (nunca vi a nadie durante mi visita, ni en las varias veces que pasé por allí) e impresionante Convento de La Merced, que debería ser visita obligada, pero que por discrepancias con el INC no participa del recorrido turístico habitual. Increíble que alguien vaya al Cusco y no visite esta obra de arte.
La Iglesia de Andahuaylillas, a poco más de media hora en carro del Cusco, que con justa razón es llamada la Capilla Sixtina de los Andes, aunque estoy seguro que la Iglesia de Chincheros también tendría méritos para reclamar ese título. La hospitalidad de su gente, virtud habitual de los provincianos que felizmente sigue presente aún cuando se aparecen turistas limeños y extranjeros que se entusiasman en tomarse la foto con un lugareño y su llama, para luego hacerse el sordo a la hora de darles una propina, o de ese limeño que se prueba chullos y ponchos para la foto y no deja ni una propina por usar un chullo que no debió probarse por cuestión de higiene, pero que no se anima a comprarlo porque jamás lo usaría. A diferencia del turista extranjero que pareciera no querer quitárselo, al menos durante su permanencia en nuestro país.
Visiten el Cusco y en la medida de sus posibilidades, gasten. Conozcamos nuestro país y distribuyamos también así nuestra riqueza.
*Comunicador Social, Universidad de Lima.