Las lecciones del caso Watergate, 40 años después
Al transcurrir cuatro décadas de la dimisión del presidente Nixon (EE.UU.) tras una ardua investigación periodística, Raquel Ramos, profesora de la Facultad de Comunicación, analiza el caso Watergate y sus implicancias en la prensa.
El 9 de agosto de 1974 el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, se dirigía, por trigésima séptima vez, a los ciudadanos norteamericanos a través de la señal abierta. No comunicaría medidas políticas o económicas, sino que, vestido con un traje y una corbata negra, anunciaba su renuncia al cargo. La decisión se produjo tras dos años de investigaciones de los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward, de The Washington Post quienes, a través de varias publicaciones, informaron cómo el partido oficialista había tejido una red de espionaje a los demócratas, entre otros delitos. Al respecto, Raquel Ramos, profesora de redacción periodística y candidata a doctora por la Universidad de Navarra, explica por qué el llamado caso “Watergate” aún es el mejor referente del buen ejercicio periodístico.
Según se recuerda, el 17 de junio de 1972 la policía norteamericana detuvo a cinco sujetos que intentaron ingresar al Hotel Watergate, donde se reunía el Comité Nacional del Partido Demócrata. Entre ellos estaba alguien relacionado al Comité para la Reelección del Presidente (CRP). Este fue el hecho que llevó a que Bernstein y Woodward inicien una investigación de varios meses, en la que descubrieron delitos de espionaje, fondos secretos y corrupción y que, en sus últimas instancias, alcanzaron al presidente Nixon. “El Watergate está relacionado con el momento más glorioso del periodismo norteamericano”, comenta. La investigación de estos periodistas originó una ‘revitalización’ de la profesión periodística, de alcance mundial.
Los ingredientes del buen periodismo
En Todos los hombres del presidente (Bernstein, y Woodward, 2005), los periodistas narran el proceso de desarrollo de su ahora mítico reportaje; tocan temas tan delicados como la ética periodística y el derecho a la información. ¿Qué hace del Watergate un caso emblema del periodismo de investigación? Para la profesora de la Facultad de Comunicación, este contiene “todo un cóctel de los factores que caracterizan al periodismo de calidad”.
Entre estos, destaca el afán apasionado por encontrar la verdad, de los periodistas de The Washington Post. Lo que es “un auténtico motor para dos periodistas osados, con ganas de hacer un trabajo de investigación exhaustivo, a veces lento, pero riguroso”, según la docente.
“«Garganta Profunda» estaba ya allí y fumaba un cigarrillo. Se mostró satisfecho de ver a Woodward, le estrechó la mano. […] Su amistad con «Garganta Profunda» era auténtica, genuina y no algo artificial o prefabricado”. (Bernstein, y Woodward, 2005, p.164)
El tratamiento de las fuentes es otro aspecto que resalta Raquel Ramos. En el caso Watergate, la figura de “Garganta profunda”, el informante principal de los periodistas desde el FBI, ha quedado impregnada en la historia del periodismo “como un ejemplo de lo que implica para un periodista una relación con una fuente de esta naturaleza”. Esto por el respeto a mantener oculta su identidad, que solo fue conocida 33 años después de lo ocurrido en el hotel Watergate.
La relación entre los periodistas y los editores y directivos del diario es también importante en la investigación periodística. La docente destaca el rol de Ben Bradlee, editor de noticias, quien apoyó a Bernstein y Woodward; y de Katharine Graham, directora del Post, quien “llegó a soportar la presión externa a unos niveles descomunales, con la responsabilidad que suponía conducir un diario tan prestigioso”.
“-Dime sólo lo que creas que puedes decirme -le animó-. Sólo te pido que des sus posiciones y que me repitas de nuevo que estás seguro, y que Carl también está seguro de ellas y que no se trata de personas que simplemente estaban ansiosas de aparecer en la primera página del Post“. (Conversación entre el editor Bradlee y Bob Woodward, en Bernstein, y Woodward, 2005, p.185)
Carl Bernstein, a la izquierda, junto a Bob Woodward, en 1972. Al centro, Katharine Graham, directora de The Washington Post. Por la investigación del caso Watergate, el diario recibió el premio Pulitzer el 12 de abril de 1973. Fotografía: The Washington Post
Otras aristas
El caso Watergate no es solo un referente en investigación, también deja enseñanzas respecto a la democracia y a la buena dirección periodística. La profesora Ramos menciona a Pedro J. Ramírez, director fundador del diario español El Mundo, quien vivió de cerca el caso Watergate, y sobre cuyo trabajo realiza su tesis doctoral. Para él no solo actuó el poder de la prensa, sino también el trabajo serio y honesto de funcionarios del Estado, dispuestos a demostrar que el sistema funcionaba y que en una democracia era posible sancionar la corrupción de un presidente.
En este contexto, Raquel Ramos explica que resulta interesante el valorar la historia de esta investigación periodística en una democracia como la norteamericana. Los hechos han demostrado “la madurez de un sistema que es capaz de obligar a un presidente de un país como Estados Unidos a renunciar a su cargo”.
Asimismo, recordando una vez al director de El Mundo, indica que Bradlee le habló (a Ramírez) sobre la importancia de que la dirección de un periódico no sea concebida bajo la óptica de hacer dinero y cultivar buenas amistades, sino en hacer un buen periodismo. “Ésa es la lección más importante”, puntualiza.
Raquel Ramos es profesora de la Facultad de Comunicación y actual doctoranda de la Universidad de Navarra (España)
Más “Watergate” en la actualidad
La profesora Ramos indica que aún pueden producirse más casos como el Watergate, por lo que recuerda una cuestión fundamental del oficio: “La investigación es una tarea connatural a todo ejercicio del periodismo”.
Explica, además, que en las últimas décadas, en el ámbito latinoamericano, han surgido periodistas que investigan con vehemencia gobiernos corruptos; a este tema se han sumado el terrorismo, el narcótrafico y sus cárteles. “La mayor desazón, quizá, es que los poderes tanto gubernamentales como judiciales, a veces, no han estado a la altura”, finaliza.
Bernstein, y Woodward, 2005. Todos los hombres del presidente. Barcelona: Inédita Ediciones