Detras de la cortina

Entre brechas sociales y globos de ensayo

Hace tan sólo unos meses, cuando se le preguntaba al Presidente de la República y a sus ministros, a los empresarios y banqueros sobre los efectos de la crisis internacional en el Perú, un fenómeno que ya había arrastrado a Estados Unidos, Europa, Japón, y aún a economías emergentes como China e India, respondían al unísono: “El Perú no va a sentirla. Estamos blindados”. Noventa meses y un buen manejo macroeconómico debían ser garantía de que nada ocurriese.

En efecto, el correcto manejo macro económico y unas políticas fiscales sanas han sido beneficiosas para el país, pero si nuestros principales compradores caen en recesión y reducen sus demandas. ¿Por qué no nos iba a afectar? Una cosa es tener fortalezas, y otra ser invulnerable.

Frente a esto, sólo cabía la necesidad de impulsar políticas contracíclicas para contrarrestar la caída de la inversión privada, de nuestras exportaciones que habían disminuído ostensiblemente. Pero se prefirió la inercia. O la ceguera. ¿Para qué tomar medidas contra la crisis si ésta no existe?

Han transcurrido algunos meses desde entonces, y recién se reconoce que estamos en recesión. Por la demora en tomar medidas o la inacción, la crisis ha interrumpido nuestro proceso de crecimiento, que todos coincidían había logrado - en mayor o menor medida - reducir los índices de pobreza.

Sin embargo, pese a este crecimiento económico que llegó el año pasado a nueve por ciento, la brecha de infraestructura pasó       - según nuestro entrevistado Mario Saldaña - de 30 mil millones de dólares a 37 mil millones de dólares. Esto significa que ahora se necesitan más carreteras, más escuelas, más obras de energía y agua potable que antes, lo que demuestra la monumental incapacidad del estado. La consigna parece ser: A más recursos, menos obras.

Se ha perdido entonces una valiosa oportunidad de reducir las brechas sociales en ese aspecto, mientras el régimen emplea sus energías en lanzar globos de ensayo para mantener ocupada a la opinión pública y a la prensa, al parecer, sin la menor intención ni capacidad de revertir esta situación, ni aumentar la inversión pública, ni desarrollar las obras de infraestructura, ni reglamentar las asociaciones público privadas que podrían generar beneficios. Pero esto no debe asombrarnos, pues estamos hablando de los mismos líderes que gobiernan el país desde hace 30 años y que ya han demostrado incapacidad, y a los que al parecer sólo les preocupa mantener su posición. Pero no representan a las mayorías.

Es evidente que la misión de un líder es infundir ánimo en circunstancias adversas, pero es verdad también que es necesario decir la verdad frente a los embates de una crisis, máxime si somos una economía pequeña de escaso impacto en un mundo globalizado.

Queda claro entonces que el problema del país no es el modelo económico, sino el sistema político, pues ahí se generan las mayores trabas al desarrollo. Sin embargo, nos siguen hablando de aumentar el número de congresistas, de renovar el congreso, y no de los cambios de fondo: establecer el voto voluntario, mejorar el sistema de partidos, promoviendo la democracia interna, la renovación de los cuadros dirigenciales, así como una evolución ideológica y programática para tener un régimen representativo con capacidad y decisión de enfrentar los problemas del país.

Si en un sistema político cualquiera, las encuestas las encabezan quienes son considerados antisistema, en cada uno de los extremos políticos, significa que el sistema tal como está, no funciona. Así de simple.