< Detras de la cortina

¿Violencia sin adjetivos?

¿La cólera es una emoción activa o pasiva? Pensaremos que es activa, al ver que un individuo encolerizado grita, ataca y maldice. Sin embargo, tal pensamiento surge por un error de percepción, es pasiva: el sujeto resulta víctima de una pasión. Se deja envolver por ella y no se rebela ante el malestar y sometimiento que le inflige su estado de activación fisiológica.

Eso dije en una clase - que no tenía nada que ver con el tema - y el auditorio -profesor incluido - estuvo casi mayoritariamente en desacuerdo conmigo. “Es un sujeto activo, pues tiene la capacidad de decidir si quiere o no seguir en ese estado”. Por supuesto, la capacidad está allí, flotando en algún lugar del macrocosmos, pero será activo (el hombre), sólo en el momento en que su cognición “deje sin piso” a la emoción (pasiva) que prácticamente ha maniatado su voluntad.
Y acá viene el meollo del asunto: ¿es cierto, como propone un ex mentor mío, que la violencia no es consecuencia de ninguna idea? En ese punto, discrepo con él. Si bien es verdad que la más terrible de las ideas no podrá causar jamás per se siquiera mínimamente algún daño, que tiene su propia lógica (cuando ese “yo” se define en la medida que resta valor al diferente y busca su destrucción) e incluso que un estado biológico de excitación es necesario y suficiente para que ésta se suscite; los procesos psicobiológicos ocurren en dirección ascendente y descendente. Desde lo celular hasta la psiquis (pasando por tejidos y órganos -como las neuronas-) y al revés. Dicho en plata, un pensamiento angustiante (justificado o no) puede producir palpitaciones y las meras palpitaciones (quizá por el consumo de alguna sustancia como la cafeína) son capaces de desembocar en pensamientos angustiantes.
Entonces, si un sujeto X insulta a un sujeto Y en la calle y el sujeto Y responde con una agresión física, ¿estamos hablando de que el insulto causó la agresión? ¿O fueron los neurotransmisores excitatorios (noradrenalina, serotonina, dopamina, etc.) liberados en el espacio sináptico de Y? Desde un punto de vista científico, la primera hipótesis queda descartada, dado que la secuencia no es univerzalisable (podría aparecer un sujeto Z que ante el mismo insulto ni se inmute).
Como me puedo adelantar en el tiempo, ya sé lo que más de uno intentará refutar: ¿Acaso Z e Y tuvieron céteris páribus en educación, genética, condicionamientos, etc.? No. Precisamente porque no lo tuvieron, es que no se puede afirmar que el insulto causó la agresión física (las variables que intuimos y desconocemos, pues, determinaron la causalidad). Pero vayamos a la Metafísica de Aristóteles.
Entre los cuatro sentidos en que cabría hacer preguntas causales, ¿dónde encaja la ofensa verbal? Definitivamente no en la causa formal, ni en la material y tampoco en la final. Sí lo hace, en cambio, en la causa eficiente: aquella que inicia el movimiento en cuestión. La causa primaria del cambio de estado, del paso al movimiento o al reposo. Es decir, el insulto provocó (fue el primer motor de) los cambios físico-químicos que se dieron en el cerebro de Y, que lo llevaron finalmente a golpear a X (provocando a su vez más cambios internos). Esto a razón de la doble determinación de los procesos psicobiológicos que ya expliqué.
Lo que intento aclarar es que el pensamiento y el conocimiento suelen influenciar e incluso determinar el afecto. De hecho, es casi imposible que haya emoción sin cognición. Con esto, sobra para demostrar que las ideas pueden conducir al estado fisiológico necesario para iniciar una riña, guerra o genocidio. Resolvemos así los mal llamados crímenes pasionales, los asesinatos por venganza, las peleas por una injusticia, en fin, cualquier disputa en la que no esté en juego la formación de la propia identidad o de una identidad colectiva. El grave inconveniente, no obstante, de combatir la violencia ideológicamente (explicándole a los machistas que las mujeres tienen los mismos derechos, a los blancos racistas que los negros no son infrahumanos, a los fanáticos religiosos que quienes no comparten su credo no merecen la hoguera, etc., etc.) es que el impulso agresivo dejaría de ser canalizado hacia la fuente actual, toda vez que estaría presto para acomodarse en otra fuente.
Es cierto que el pueblo judío fue el chivo expiatorio del Tercer Reich. Sin embargo, no es menos cierto que en situaciones semejantes ayuda - y mucho - buscar una solución a nivel conceptual. El joven teutón que apoyaba o simplemente aprobaba la moción antisemita, desarrollaba el mecanismo de defensa que Freud llamó Racionalización, para evitar la disonancia cognitiva: buscaba la forma de dar una explicación coherente a un acto, idea o sentimiento (verbigracia, los judíos son inferiores, tramposos, sucios, etc.). Se puede así, trabajar el problema buscando evocar el material inconsciente subyacente (temor a la autoridad, resentimiento, necesidad de pertenencia, deseabilidad, o lo que sea). Llevar a cabo el insight, sería una forma más de afrontar - y posiblemente solucionar - la situación de manera técnica.
*Carlos Miranda Passalacqua estudia Psicología en la Universidad de Lima y es editor del blog www.divergencia-carlitox.blogspot.com