< Detras de la cortina

Cartagena y el Caribe Colombiano

Lo primero que sentimos al llegar a Cartagena, bella ciudad del caribe colombiano, luego de 5 horas de viaje con una escala en Panamá, fue el bochorno, fruto de una temperatura superior a 30 grados, y un calor que penetra en la piel, y que provoca estar bajo el agua. Obviamente, cuando uno se encuentra en cualquier lugar con aire acondicionado esa sensación desaparece rápidamente, pero en la calle, de día o de noche, es terrible. 

La ciudad se nos hizo familiar, en el sentido que se encuentra encontré un contraste muy notorio, típico de muchas ciudades latinoamericanas. Se veía gente con mucho dinero, casas de lujo, como la de García Márquez  -incluso muchas de sus novelas tienen partes o capítulos que se desarrollan allí, y habla muchas cosas de Cartagena - pero más allá de las cosas bonitas que se ven, hay una pobreza evidente. Los últimos presidentes de Estados Unidos, Clinton, Bush, Obama, han ido a Cartagena, ahí ocurrió el incidente de los guardaespaldas de Obama que se fueron sin pagar y el escándalo con las prostitutas.

Las playas son para todos, con hoteles de 5 estrellas como el Decameron, que no tiene playa propia, el hotel está cerca a la paya, pero no es que solamente los huéspedes pueden tener acceso a ella - lo cual es bueno como política social- pero en otros lugares que hemos visitado como Varadero, Cancún o Santo Domingo, el turista puede sentirse incómodo, porque se acumula mucha gente, además que ya nos habían advertido que los ambulantes molestaban mucho a los turistas, que algunos vendedores de comida ofrecían sus productos y decían “pruebe, pruebe, sin compromiso” , “si no le gusta no paga”, y, luego de probar 3 o cuatro cosas, pedían que se le pague por  las 3 o 4 cosas consumidas.

Para librarse de esta situación, el visitante puede ir la otra playa más cerrada. Nosotros fuimos un viernes a la una de la tarde, y había algunos ambulantes. No llevamos ni un peso, y tampoco iba a comprar nada. Nos ofrecieron cayac y lentes, pero si uno dice pero si la frase mágica -no traje dinero- se van al instante.

Los hoteles donde nos hospedamos fueron El almirante, y La gran viada. El segundo era, supuestamente, de 4 estrellas. Tenía una vista muy bonita hacia la ciudad, que se apreciaba mejor desde el piso trece donde estábamos, y la habitación era preciosa, pero eso era lo único, aparte de una piscina arriba. No brinda servicios propios de hoteles de 4 estrellas como servicio a la habitación, cocina, y cuando uno quería fumar le decían que había una “sala para fumadores” que era…la cochera, donde nuevamente se sentía el bochorno antes mencionado.

“El almirante” tampoco era de 5 estrellas, y otro distingo que hemos notado con otros hoteles del caribe, aparte de la playa, es el tema de la comida. En un hotel de 4 estrellas, o hasta tres, se incluye toda la comida y los tragos que uno quiera, o más bien dicho, se pueda ingerir. A toda hora. Ahí no. Sólo incluye el desayuno. En ese sentido, como turista burgués me parece incómodo, comparado con otros hoteles de la zona.

Sin embargo, Cartagena resulta ideal si uno es bohemio y le gusta mucho la cultura, hay teatros y cine clubs, la ciudad no es pues, sólo playas, hay bastante vida nocturna. Se escucha vallenato, salsa, cumbia, y pop en inglés, tipo Coldplay. No escuché Fonseca ni Bacilos. También es buena como destino si uno es millonario, o no se preocupa por la plata. Los hoteles 4 o 5 estrellas de República Dominicana, Cuba o México son “todo incluido”, por lo que uno no se preocupa por el taxi que lo va a llevar al hotel o al aeropuerto, ni por lo que se va comer ni tomar.

La otra ventaja de Cartagena es que uno puede descansar en la playa del hotel, tomándose un trago, sin preocuparse por lo que le puedan robar, o que lo acosen los  ambulantes. Si se está en Santo Domingo, o dentro del hotel, no se conoce la realidad de la ciudad, y lo mismo ocurre para quien se va a Varadero sin conocer La Habana.

En Colombia las calles se dividen en cuadras y carreras. Al inicio nos sonaba gracioso escuchar que desde la carrera cinco hay que ir a la carrera nueve, es como decir la cuadra ve en horizontal y la carrera en vertical. No puede haber una cuadra paralela a una carrera. Sería como decir jirones y cuadras o algo así…

Otra cosa que nos llamó la atención fue ver un afiche de toros, y  al buscar en Google nos enteramos que había una plaza de toros en Cartagena, pero la habían cerrado para reconstruirla.

En cuanto a transporte, por ejemplo, en Cartagena los taxis no usan taxímetro, pero tienen más o menos un tarifario, con precios que oscilan, casi siempre, en un rango. Acá en Lima uno detiene el taxi, se abre la ventana, se negocia, y dice que no va por ahí porque no conoce, o no fijan el precio y se va. Ahí todos tienen, obviamente, el aire acondicionado, las lunas no se bajan. Uno entra por atrás, saluda y dice dónde va, algo similar ocurre en Arequipa.

También hay servicios de carrozas con caballos, y tours en bus parecidos a los de Miraflores, restaurantes con tiendas día y noche, y cuando decimos tiendas, hablamos desde la bodega de la esquina hasta supermercados un poco más pequeños que Wong. Uno puede comprar una cerveza y ahí no está la alcaldesa que moleste.

Uno de los destinos obligados de Cartagena es “La ciudad amurallada”, zona que es casi un distrito donde está todo protegido por murallas, y que fue construida por los españoles para protegerse de piratas ingleses y holandeses, pero a diferencia de lo que ocurre con el Cercado de Lima, Cartagena conserva sus murallas, y en el interior de la “ciudad” se observan casas preciosas y restaurantes carísimos. También existe un lugar denominado “San Felipe”, un fuerte parecido al Real Felipe, y construido también para defenderse de los ataques marítimos de los piratas, muy similar al nuestro, con laberintos para esconderse. Si conocemos el nuestro, las reminiscencias serán instantáneas.

También es curioso ver el cerro “la Popa”, propiedad de una orden religiosa, hay iglesias y conventos. En un lado existe un salto del cabrón, donde un sacerdote o un santo tiró a una cabra poseída, cuesta abajo, y a eso le llamaron el salto del cabrón.

El mar de Cartagena es una piscina, la arena gruesa, no se pega. No es anormal, finalmente estamos en una playa, ver chicas con pareo y bikini, y muchachos sin polo.

La comida no tiene nada de especial, pero es sabrosa. Probamos la bandeja paisa, oriunda de Medellín, pero que ya es un plato nacional: frejoles, arepa, huevo, carne molida, chorizo, arroz, palta y chicharrón. Nos encantó. La arepa no tiene nada, uno la puede rellenar. Es como pan con tortilla Sin embargo encontramos bocaditos de algo como arepas fritas, presentadas como papitas o doritos, y estaban muy buenas.

La bandeja paisa es un plato bien servido, no una bandeja, y contiene una cantidad similar a un arroz con mariscos que se puede encontrar en la cevichera avenida La Rosa Toro. No más.

Otro día, sin hambre, pedimos algo que no llenara mucho, y nos sirvieron algo como un arroz morado con mariscos, que contenía camarones y langostinos, nada del otro mundo, pero muy sabroso.   

Antes de partir, tuvimos ocasión de cenar y conversar con amigos colombianos y peruanos. Estábamos justo a dos meses de las elecciones. Hablamos de las FARC y las M-19, y la situación del Perú, pasando revista, y analizando nuestro prolongado crecimiento, el más grande de nuestra historia, no experimentado ni con el guano, ni el salitre, ni con la guerra del Corea, pero ahora, infelizmente desacelerado. Pero es sólo anecdótico, en relación con los encantos de Cartagena, bella ciudad del Caribe colombiano.