Detras de la cortina

Festival de lírica

Aunque no es un espectáculo masivo, la lírica es un arte muy valorado en un sector de la población. Es representada por la ópera, donde entre baile y actuación son narradas historias y realidades de las sociedades.

En el Perú, sin embargo, y en otra acepción, como algo declarativo, en nuestra política la lírica siempre ha estado presente, con frases como “esto se va a investigar caiga quien caiga”, “hasta las últimas consecuencias”. El reciente y vigente caso López Meneses, ha sido ocasión para escuchar palabras como éstas.

En cuanto a la ópera como un acto musical y de canto, la primera voz en esta obra sería la del presidente Ollanta Humala - que luego de hacer un control de daños limitado que consistió en sacar a unos cuantos generales de la policía nacional, y presentarla, prácticamente, como la mayor responsable - no dudó en llamar “miserable” al señor López Meneses, quien según muchos es un operador montesinista, otros un empresario proveedor de servicios de espionaje, y a decir del propio implicado, un ciudadano absuelto por la justicia, y de ser así, haríamos muy bien en cuidarnos de calificar a alguien como “mafioso”, si la justicia - nos guste o no - lo ha eximido de ese cargo. Eso, sin olvidar que Isaac Humala, padre del presidente, ha afirmado que el mandatario lo conoció cuando estaba en el Ejército.

La segunda voz de nuestra ópera, sería la de la primera dama, que en un acto de injerencia inadmisible, pidió investigar este episodio desde los 90. Una propuesta absurda que significaría desconocer todo lo que se investigó desde el 2000.

El bel canto está representado por el bien intencionado y educado presidente del consejo de Ministros, César Villanueva, quien con sus buenos modales y ponderación trata de poner paños fríos al asunto, mientras que el oficialismo - cuando no-acusa al Apra y al fujimorismo, soslayando que lo que se debe investigar son los reales o supuestos vínculos del señor López Meneses con este gobierno, que se supone representaba las antípodas de las malas artes del fujimorismo, dejando sin piso a los humalistas de última hora. El problema estriba en que el Premier es minoría dentro de un gabinete y un gobierno que tiene como hábito atacar y confrontar.

Lejos de identificar los responsables, impulsar investigaciones fiscales y establecer sanciones, los resultados de esta lírica declarativa son, por lo general, mediocres o nulos, al igual que desgraciadamente, muchas de las indagaciones fiscales. Las gavetas de ambas instituciones deben estar repletas de investigaciones archivadas, varias de las cuales quizás que debieron correr otra suerte.

En medio de esto, se suma la propuesta descabellada de reinstaurar el senado, argumentando una serie de beneficios, como mayor reflexión y democracia, y olvidando por completo, que es verdad que el senado tenía mejores exponentes y brillantes debates, pero los resultados, fueron desastrosos. El senado ochentero, ése que representa tanta nostalgia en algunos, no fue una herramienta eficaz que haya contribuido a sincerar la economía, ni luchar contra el terrorismo, ni mucho menos contra la corrupción, grandes lacras que nos afectaron y siguen afectando en los últimos años. Abundó eso sí, la lírica. Ésa que encandila a quienes quieren reaparecer ahí. Y que les paguemos nosotros. La restitución del senado con estos clubes electorales, como los denomina nuestro colaborador Herbert Mujica, sin realizar otras reformas estructurales, podría ser no sólo una regresión peligrosa, sino hasta suicida.

La lírica como discurso y como puesta en escena, tiene nefasta vigencia en nuestra política. Eso es lo que hay que cambiar, pero no pasará. Y el ateísmo cívico aumentará, es decir la desconfianza del ciudadano en las instituciones, no por vocación autoritaria, como dicen los políticamente correctos que despotrican de la revocatoria en vez de reformarla, sino por las monumentales taras enunciadas y demostradas de nuestro sistema político. Democracia de opereta le dicen.