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Solo para románticos

1 Abril, 2012
Carlos Miranda Passalacqua

El adjetivo romántico, en el argot profano, desde que tengo uso de razón (y sabe Dios cuánto tiempo atrás) ha sido víctima de un envilecimiento tanto luctuoso como ampliamente arraigado. De modo que su verdadero significado, de connotaciones variadas, excelsas y sublimes, fue reemplazado por una versión distorsionada y simplificada a su mínima expresión. Así pues, el vulgo adjetiva con romántico a la película, persona o situación atiborrada de frases (hechas) de amor, demostraciones elocuentes de cariño y regalos o sorpresas que rozan con lo grandilocuente. La cursilería se encuentra dos escalones arriba y por debajo situaciones tibias, personas desapasionadas y películas faltas de esencia.

¿Qué quiere expresar sino el término en cuestión? Nada más (y nada menos) que relación con el Romanticismo. Lo señala así la etimología y la Academia en sus tres primeras acepciones. La cuarta -y última- reza: “sentimental, generoso y soñador”; pero esta va implicada en las tres anteriores. Hace falta, entonces, dilucidar qué es el Romanticismo para tener una comprensión cabal del halo romántico.
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